El Carnaval es una fiesta pagana que se deriva de las bacanales que se celebraban en honor del Baco. En muchos pueblos de la tierra se acostumbra festejarlo, pero con distintas modalidades. Clebre ha sido el carnaval de Venecia. Ms el de Arequipa, no tiene parangn! Ah est el tpico Carnaval de nuestros abuelos! Por boca de llos hablaremos ahora. Es evidente que ste se desevolvi con la ideologia revolucionaria y romntica, de los que vivieron entonces. La ciudad serva de escenario, de teln de fondo se ergua el magestuoso Misti, centinela legendario del arequipeismo. De bambalinas las embellotadas nubes que en veces adornan el hermoso plafon de nuestro limpido y azulado cielo, los muros de las esquinas oportunos fastidores; y de rompimientos los balcones y azoteas.
Cada uno de estos parapetos ?u propicio para los jugadores, en los que se atrincheraban, como en das de revolucin lo hacan en las torres de las Iglesias! Protagonistas de este combativo Carnaval, fueron gentes de alta alcurnia y adinerada condicin. El pueblo servia de espectador y se dedicaba a distintos menesteres, como a jugar en forma respectuosa y humilde.
Los elementos blicos principales para el juego que se tornaba infantilmente agresivo algunas veces de agua coloreada con airampo, y perfumada con hojas de arrayn. Estos eran disparados, alcanzando fantsticas punteras. Los polvos de arroz y almidn, teidos y perfumados, fueron los «tapa ojos», deca el refrn: «Esos polvos traen estos lodos», por eso algunas veces tuvieron malas consecuencias aquellos carnestolendas. Los polvos llamados de oro, venidos de Alemania, eran mistura finisima y verdadera dinamita, la que se entraba en lo ms recndito de los negros y ondulados cabellos femeninos. El agua colorada fu el peor enemigo de los combatientes. Por las calles recorran Jinetes cabalgando biosos corceles, que semejaban avanzadas de caballera!. Cuando de los altos de las casas les aventaban baldazos de agua.
Los caballos se encabritaban y patinaban espectacularmente sobre el empedrado convertido en lago de agua colorada! Por esto se produjeron lamentables accidentes, como cuando aquel intrprete joven que muri estrellado al final de Mercaderes. Fu cosa corriente desbarrancarse de tablones y azoteas.
Los Arequipeos en das de Carnaval, «tiraban la casa por la ventana», en un desborde de entusiasmo y despilfarro de dinero! Se jugaba revolucionariamente confirmando as su espritu atorbellinado. Como por sus venas corrian el afn de pelear desempedrando las calles para defenderse del enemigo y acompaando su actividad con un «viva Creres» o un «muera Pirola»: as parodeando extraan de las prandes canastas los cascarones, disparndolos como balas de fusil!.
Para recibir el Carnaval se adelantaban muchas veces desde el da de Ao Nuevo; organizndo comparsas de enmascarados que
visitaban varios dias a la semana los regios salones de aristocrticas familias. Hoy era en casa de los Corzos, los Rivero; maana las Barreda, Olazaval, Rospigliosi y los Cossio; despus remataban en las mansiones de los Romaa, Mardon, Arispe y Zumarn. Los salones eran colorires de oro engalanados por arequipeas de aquilatada progenie que fueron dichado de belleza, honradez y delicadeza!, en estos das se producan grandes «remates». Tenian la particularidad de que en ellos se hacia derroche de prestancia en todo sentido.
La exhibicin de disfraces era un orgullo: alegres pierrot y colombinas; tipos exticos y faramalleros. Hubieron mascaritas oportunisimos, capaces de destornillar de risa al ms serin, como los conocidos caballeros, Otero, (El Cojo), Garzn Ppe Suero y cuntos ms. Encadenndose una poca con otra a fines del Siglo XIX y principios del XX, hubieron comparsas tambien rgias. Las de los Belande, Pardo Olivares y los Llosa, Los Mndez y Hermanos Cavallero. Las que eran acompaadas por pianistas o artsticas orquestas!, Hubieron algunos, que por su escasa solvencia econmica, contrataban al viejecito Benavente, que al «teclado lo haca hablar hasta la madrugada», por la friolera de cinco soles! Era de protocoloo que todas las mscaras, uno por la derecha, se descubrieran delante del dueo de casa, a fin de evitar «sabotajes sociales», de parte de algunos «vivos». A la hora de romper el baile que era de rigor hacerlo con las cuadrillas Espaolas o de Lanceros, en las que intervenan las personas ms caracterizadas, los caballeros invitaban a las damas a danzar, tomndolas de la mano, con el consabido pauelito.
Despus ofrecindoles el brazo, las retornaban a su asiento, donde observaban una posicin sin disfuerzos. Si alguna lo haca, sin darse cuenta, la mam le guiaba el ojo!. Para bailar con una seora era menester decirle al Esposo: «permitidme, caballero, danzar con vuestra esposa». Se obsequiaban a las damas, rquisimos y costosos perfumes. Comenzaban por las mams. Por aqul refrn seguramente de: «Por la peana se besa el santo’. Ah! esos Arequipeos eran muy gentiles y perspicaces! Se servan suntuosos y suculentos ambigs. La chicha dulce dominaba a las dems bebidas por su exquisitez.
El remate de remates siempre era bailar en el patio de la casa en la madrugada, nuestra alegre y movida marinera; y, si en llos los enamorados se daban palabras de honor para casarse, despus con el permiso de los padres el matrimonio fue siempre el eplogo, Romances de amor fueron aquellos tiempos de sinceridad y nobleza! Tambin se produjeron serios contratiempos por trivalidades amorosas y con la disculpa del antifz. Arrancarlo en pleno saln al presunto rival, era para acudir ipso facto al Marqus de Cabriana; y, luego al rayar la aurora, sin testigos muchas veces, con filudas toledanas o un par de pistolas, atravesbanse el corazn! Venganzas tambin las hubieron. En el abigarrado conjunto de mascaritas, un gentil hombre, era sorprendido por hiriente pualada, el autor se escabullia, resultando haber sido una dama despreciada!
Ya en los umbrales de Momo todos se aprestaban para entrar en accin llegaba el Domingo de Carnaval, el que transcurra aparentemente tranquilo. Por las tardes se invitaban banquetazos con frutas de las mejores. Se dira a modo de tregua, para entrar de lleno a los combates que habran de librarse. Los pertrechos en los polvorines estaban listos: Cascarones, agua de «Florida de Murrey y de Kenn, chiguetes en tubos de zinc. Polvos de magnolia y heliotropo; y la policromada mixtura de papel. -Ah! y en tiempos ms pretritos, hall por 1850, se lanzaban desde los altos de las casas, cartuchos de monedas de plata.
Las «cholas pampeas», ataviadas con lindos vestidos, de choleta, satn, y adornados con sedas y tiras bordadas, estilo «miriaque», capitaneadas por la Manuela Berrocal, entusiasta y platuda comerciante de aquel lugar elega a las ms agraciadas pampeitas», las que formadas en «ruedas», el Lunes y Martes, bajaban por la calle de San Pedro bailando ? cantando. Al llegar a las puertas del Monasterio de Sta. Rosa, entonaban:- «Monjas engreidas Saquen la mistura pa» las pampeitas, que sn sus seoras», Continuaban los ruedos, hasta llegar a la casa del poltico y derrochador, Don Domingo Gamio, quien desparramaba, a diestra y siniestra, en el patio de su casa, cantidades apreciables de monedas de plata, haciendo despilfarro y alarde de generosidad. El placer de este gran varn, consista en la infantil costumbre de hacer bailar y cantar a las lindas «pampeitas» sobre el suelo alfombrado de monedas! las que eran recojidas a costa de violentos y audaces puetazos. Tambin las casas de los Masas y Calle eran visitadas en parecida forma!. Estas «ruedas» como las de Guaamarca, fueron siempre admirados con aquellos alegres Carnavales.
El lunes y Martes, en las calles de Mercaderes, Puente Bolognesi y Guaamarca, se reunan las familias en los altos de las casas para comenzar la lucha. Los revoltosos precedidos por bandas de msicos, atacaban las murallas que estaban defendidas por preciosas damas, don juanescos caballeros e intrpicios y apuestos Jvenes. Las puertas permanecan cerradas, hasta que los atacantes triunfasen. Entonces los murallados se replegaban y se rendan. Presto los conquistadores transponan los muros con heroismo carnavalezco y las bandas entonaban el «Ataque de Uchumayo»- caballito de batalla los arequipeos Entonces la lucha se tornaba ms hostil, pues ya era cuerpo a cuerpo. Y si el caudillo tena su prometida, alli se quedaban, liquidados los pertrechos «hasta quemar el ltimo cartucho». Pero luego los perdidos, reacindose; y, a la voz de «al agua», sin tutas ni conmiseraciones, los metan a la tina «vivitos y coleando». En todas estas etapas de la refriega se tocaba el Carnaval Arequipeo», acompaado por las picarescas coplas del folklore mistiano, (lo nico que perdura de aquella poca):
«Bailemos, cantemos,
Sobre esta granada,
Hasta que reviente
Agua colorada».
«Chancme, chancame,
Chncame los huevos,
Si no me los chncas
Quedte con los.
Del Carnaval de ahora cuarenta aos, casi no quedan «carnavaleros»; pero una excepcin encontramos en Guillermo Oliver – descendiente de los Lozano y fiel conservador de la tradicin- quin hasta hace un ao, sin interrupcin alguna, el solo con la consabida «banda y msica» y los cargadores, conduciendo los canastones, disparaba los «cuatro mil cascarones», con tan certera punteria que muchos alcazaron los luceros, pues las arequipeas los tuvieron y enloquecedores!.
Dentro de esta barrunda «carnavalezca se produjeron fatales accidentes como aquel, en que un joven apasionado, a su prometida la ba de pies a cabeza con agua Florida, produciendo toda una tragedia. La confusin fue tal se hizo dominar por el fuego, el que abraz en breves minutos el precioso cuerpo de una distinguida dama arequipea. Volando al reino donde los buenos viven eternamente dichosos!
En Arequipa abundaron ociosos y tipos extravagantes, a los que ha eliminado el tiempo. «Juan de la Pea» fue uno de ellos. Pequeo de estatura, enclenque y gibado. Caminaba apoyndose en un grueso bastn, implorando la caridad pblica, y cargado de trapos, latas y cuanta inmundicia podia llevar en sus espaladas. De cara Carnavalezca. Colorado y narign. Hablaba tartamudeando, hacia reir a los chiquillos: y rea sarcsticamente, que parecia hacerlo de los demas. Especialmente tena por costumbre deambular por las calles de la ciudad, en plena refriega carnavalezca: y cruelmente, el pueblo lo baaba como a caballo. Jams le di ni la «tos», hasta que un Lunes de Carnaval, despus de haber arrastrado su vida sesenta aos, el rayo de la Muerte, parti en dos la pea de su existencia, encontrndosele debajo de una carreta lasurera que le sirvi de lecho.
Por dao de 1910, aun existi la «Cabezona del Puente». llamada tambin «Misia Manuela», que apellidaba Bellido, Ol por las Manuelas de todos los tiempos! Fu una mujer alegre, obsequiosa’ y sencilla. Duea de aquel casern que se conserva en el Puente Bolognesi. Los Martes de Carnaval acostumbraba dar un Remate «fachendoso» al que asistia enorme cantidad de pretenciosas «guachafitas» al parecer bien embanderadas. Se bailaba democrticamente y an mas se coma y se diverta como tiempos de Nern. Abundaban las cabezas de chancho y los pavos rellenos (ostentando la clsica florecita). No hubo mscara que no se aprestara a la voz de: «vamos al remate de la Cabezona»!
Quin no estuvo alli a fandanguear sin atajo ni cumplimientos sociales?. El grupo de «Los Ratambu?os». Intelectuales incorrregibles nocheriegos, en una bella alborada, diz, que pintaron en la puerta de la finada Bellido el siguiente epitto:
Aqu vivi y farrande
La Cabezona del Puente,
Que a cientos de mascaritas
Con largueza y sus reales.
(y con lindas «guachafitas»)
los Martes de Carnavales.
En recuerdo de esa historia
(los que an la recordamos)
UNA CABEZA DE CHANCO
CON FERVOR LE DEDICAMOS.
Llegando el mircoles de Ceniza, la gente que pareca arrepentida, visitaba muy contrita las Iglesias, para que el Venerable Sacerdote, les pintare con «ceniza» el signo de la Cruz, en recuerdo de que: polvo somos y en polvo nos convertiremos!.
Costumbre de enterrar el N Carnavaln, en La Pampa de Miraflores, tambin es lejana. Esta ceremonia consisti en sepultar un enorme mueco. Empero desde 1900 ha ido sufriendo cambios radicales, y el acto de la inhumacin, se hizo diferente, siendo los deudos un medio centenar de indgenas, los que «tincaban» con guachucho. Bailando al rededor del difunto, al comps de los charangos y entonando «hufalas» satricas, como hasta aho?? atardeciendo estas reducidas pandillas bajaban por la Calle de San Pedro, ingresando a las prximas calles de la ciudad en estado de beodez y chancando las ojotas sobre el empedrado, al mismo tiempo que empinaban el codo con la botella de alcohol, la bebida predilecta y embrutecedora de la raza «indgena. Al entrar la noche retornaban completamente «utos»‘ a sus guariques, esta costumbre se ha acentuado notablemente con la inmigracin de 30 mil indios analfabetos.
Hace aos que se ha querido estilizar el Carnaval, pero el cambio ha sido tan antojadizo que no ha quedado del de antao ni el recuerdo ms remoto. Desgraciadamente para unos y quiz para otros no ha desaparecido aquella poca de varonia y de boato, pues el devenir de los aos se ha tragado a sus personajes representativos, como en esos tiempos de alocados imponderables Carnavales Arequipos!.
Arequipa. Carnaval de 1952.
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*Escrito por Carlos Muiz Alcal, 23 de febrero de 1952, diario El Deber.
*Fotografas de los corzos de carnaval de los aos 20, con carros alegricos y flores por doquier.