Arequipa en la guerra con Chile

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Arequipa en la guerra con Chile

PARTICIPACION AREQUIPEA EN LOS ANTECEDENTES DE LA GUERRA

1. El enfrentamiento armado de los hombres en el campo de batalla, no es el inicio, sino la culminacin del proceso histrico en que se gesta toda guerra. Si bien el 5 de abril de 1879, Chile declar la guerra al Per, despus de declararla a Bolivia, el enfrentamiento entre Chile, Per y Bolivia, empez en 1836, cuando se estableci la confederacin Per – Boliviana y, sta, fue vista por Chile e incluso por Argentina, como el surgimiento de un estado ms extenso y poderoso que haca peligrar sus intereses. Chile declar la guerra a la Confederacin Per – Boliviana el 26 de diciembre de 1836 y acto seguido arm una «expedicin» beligerante de 3,300 soldados al mando de Manuel Blanco Encalada, que cont con la complicidad de algunos aristcratas limeos y caudillos militares expulsados del poder de la naciente Repblica Peruana y refugiados polticos en el pas del sur. La «expedicin» que recibi el nombre de «restauradora», despus de conseguir que la Marina Chilena bloquee el Callao y aprovechando que el ejrcito confederado se encontraba en el Altiplano, ocup el’ 12 de Octubre de 1837, la ciudad de Arequipa, que entonces era mayoritaria y fervientemente partidaria de la Confederacin. El ejrcito confederado viene a Arequipa al mando de Santa Cruz y siendo superior en efectivos y armas (adems de contar con el apoyo de la poblacin arequipea), en lugar de aniquilar a los extraos, como pudo hacerlo, decide Santa Cruz entrar en negociaciones con ellos. Es as como se firma el Tratado de Paucarpata, por el que Chile reconoce la Confederacin y sta deja partir a los invasores. Vuelta la expedicin chilena y restauradora a Santiago, Chile desconoce el Tratado de Paucarpata y enva una Segunda Expedicin Restauradora, que luego de algunos meses de campaa por la costa central de nuestra patria, termina por derrotar a las fuerzas confederadas en la Batalla de Yungay , el 20 de enero de 1839.

El triunfo del Ejrcito Protectoral de Chile y de los «restauradores», posibilit el restablecimiento del Estado Peruano y repuso a los caudillos militares a los aristcratas limeos en su conduccin. Si eso ganaron los «restauradores», Chile consigui aniquilar el surgimiento de un estado mas extenso y poderoso (el confederado) y los Jefes del Ejrcito Protectoral Chile no fueron gratificados por los «restauradores» peruanos con despachos honorficos en el Ejrcito Peruano, elevadas sumas de dinero y hasta con haciendas en la costa central de nuestra patria, que les fueron obsequiadas.

2. Repuestos los caudillos militares y su soporte de aristcratas limeos en la conduccin del Estado Peruano, en 1841 se comienza a exportar el «guano de islas» a Europa. El negocio guanero, rpidamente convertido en el primer rengln de los ingresos «nacionales», fue a no dudarlo el ms ftido de los «negocios» republicanos del Per ( y no tanto por el olor natural del fertilizante ,como por el manejo que de l hicieron sus beneficiarios). La poca del guano, abarc 4 dcadas de nuestra historia. Los estudios de Bonilla, Basadre, Ypes y otros, han probado con minuciosidad cmo el negocio guanero =-escandaloso y fraudulento-. sirvi para convertir esta riqueza pblica de nuestra patria, en la riqueza privada de unas treinta .familias que preferan llamarse a s mismas «los hijos del pas». Por su magnitud, el negocio guanero se convirti en el eje de la poltica nacional, en las 4 dcadas que mediaron entre la disolucin de la Confederacin Per-Boliviana y la declaratoria de Guerra por Chile (1879).

Quines fueron los beneficiarios en este ftido negocio?, un puado de aristcratas limeos y caudillos militares que hicieron «manga y capirote» en la conduccin poltica de la Repblica Peruana, para conservar sus privilegios y saciar sus bastardas ambiciones. En estas 4 dcadas de carnaval guanero, en que un puado de caudillos militares y aristcratas limeos se pusieron las «caretas» de formas republicanas, para ocultamos sus caras de salteadores y dilapidadores de la riqueza pblica, se gest la debilidad que presentaba nuestra patria en 1879.

En estas 4 dcadas, la aristocracia y el pueblo arequipeos, lucharon -con las armas en la mano y los ideales de honestidad y legalidad en los sesos- contra los aprovechadores de la riqueza guanera. No hubo ao en que no estallaran en Arequipa 2 ms rebeliones armadas contra los detentadores del poder central de la Repblica (‘lase: beneficiarios del guano).

LA GUERRA (1879 – 1883) y AREQUIPA

No voy a entrar en detalles conocidos, circunscribindome a la participacin arequipea en la guerra, basta sealar que, como en muchos pueblos del Per, estallada la guerra aqu se conmovi el alma colectiva del pueblo arequipeo, poniendo al tope su peruanismo y entregndose a las tareas de defensa de la patria; fueron incontables las manifestaciones patriticas, las colectas pblicas, la suscripcin de actas condenatorias a Chile, los dolorosos funerales a los cados; pero lo que es ms importante, en toda la campaa del sur, el pueblo de Arequipa jug. un papel destacado: cientos de sus mejores ‘hombres (artesanos, comerciantes, chacareros, hasta estudiantes de la Universidad y el Colegio Independencia), se presentaron a los cuarteles, y a su pedido, fueron enviados al frente de batalla. [Cmo no mencionar al Batalln «Cazadores del Misti», o al Batalln «Guardias de Arequipa», ntegramente conformados por civiles arequipeos y dirigidos por un militar retirado que al estallar la guerra, era un vecino ms de Arequipa, dedicado al comercio lanero: Francisco Bolognesi. El «Guardias de Arequipa», estuvo en toda la campaa del sur, destacando su combatividad en la Batalla de Tarapac, donde Mariano de los Santos , si bien nacido en Cusco, era un artesano avecindado en Arequipa cuando fue reclutado y conquist la bandera enemiga como trofeo guerrero. As hubieron cientos de arequipeos en la defensa de Pisagua (el ms alto jefe peruano fue el Coronel arequipeo Isaac Recabarren); en el combate de San Francisco; en la Batalla de Tarapac; en la defensa de Arica; en la del «Alto de la Alianza» (Tacna). En toda la campaa del sur, decenas de arequipeos ofrendaron sus vidas heroicacamente: el teniente coronel Carlos Llosa y Llosa (muri en combate en la Batalla de Tacna, siendo el segundo jefe del batalln Zepita que tena por primer jefe al general Andrs Avelino Cceres); Coronel Mariano Emilio Bustamante Mantilla (quien siendo Jefe de Estado Mayor de la 8va. divisin fue uno de los Jefes que tom el acuerdo de «pelear hasta quemar el ltimo cartucho» y muri en combate en la defensa de Arica el histrico 7 de junio); slo en la Batalla de Tarapac, murieron 35 arequipeos del batalln «Guardias de Arequipa»; Clodomiro Chvez Valdivia y 34 integrantes ms, que por ser miembro de tropa que no estn identificados en los documentos existentes, pero acaso, por annima, su muerte es menos gloriosa? A ellos tendra que agregarse los nombres de: Manuel Sebastin Ugarte (inmola do a los 29 aos de edad al lanzar un torpedo de 100 libras de plvora contra una embarcacin enemiga); los hermanos Luis y Adolfo La Jara, Mximo y Raymundo Garca, Mximo Abrill, Jos Chariarse y Manuel Manrique (muertos en combate en la defensa de Lima) Juan Portugal (rematado en Huamachuco, despus de la batalla). Pero no slo hay que mencionar a los arequipeos que tomaron las armas para defender su patria, pues aqu quiero destacar la forma en que el pueblo arequipeo la defendi de mil maneras: los comerciantes donaban dinero, frazadas, telas; las mujeres recolectaban vendas e hilos, confeccionaban uniformes y calzones para las tropas; los artesanos hacan zapatos, monturas y arneses para las cabalgaduras; los catedrticos, profesores, obreros del ferrocarril y hasta los tipgrafos del diario «La Bolsa» donaron porcentajes respetables de sus sueldos; los chacareros contribuan con maz, trigo, papas para la tropa, forraje para las cabalgaduras, etc.; y todas estas acciones patriticas en medio de una crisis econmica pavorosa.

LA OCUPACION CHILENA DE AREQUIPA

Por la tirana del tiempo, slo voy a enumerar algunos sucesos que podra valer -cada uno- como tema de una conferencia.

1. Ocupada Lima por los chilenos en 1881, y cuando stos vieron que con el Presidente Pirola no podran conseguir un tratado que consagrase sus ambiciones territoriales, el. ejrcito de ocupacin propici una Junta de Notables que el 22 de febrero de 1881 eligi al jurista arequipeo Francisco Garca Caldern como Presidente del Per. Garca Caldern no correspondi a los planes chilenos y comenz a organizar un Congreso Peruano Extraordinario para que acuerde los trminos de las tratativas de paz. El congreso se reuni el 15 de mayo de 1881 y acord autorizar a Garca Caldern para que negociara la paz «conforme a la Constitucin de 1860» (es decir, manteniendo la integridad territorial). Por la autorizacin recibida y porque comenzaba a lograr apoyo diplomtico de Estados Unidos y algunos pases de Europa para’ sus propsitos, Garca Caldern se convirti en un obstculo para las ambiciones chilenas; entonces, el 6 de noviembre de 1881, los chilenos apresaron a Garca Caldern en su domicilio y das despus lo enviaron a Chile en calidad de cautivo.

2. Das antes de su inminente «cada», Garca Caldern reuni una Junta Patritica que a su sugerencia eligi al contra-almirante Lizardo Montero como Vice-Presidente del Per.

3. Cautivo el Presidente Garca, Montero viaj a conferenciar con los jefes militares que por iniciativa personal trataban de organizar la resistencia en diversos puntos de la sierra; luego, decidi establecer su gobierno en la ciudad de Are quipa, Primaron en esta decisin de Montero, varias razones: Lima estaba a merced del enemigo y la ciudad que le segua en importancia era Arequipa; la cercana de Arequipa a Bolivia, era para Montero un resguardo estratgico, pues pensaba exigir el apoyo del aliado de cartn en la guerra; por fa identificacin de Arequipa con el gobierno de Garca Caldern-Montero; porque Arequipa a respetable distancia de la costa, estaba a resguardo de intromisiones enemigas, dado que Chile controlaba el mar, y desde all proyectaba sus incursiones terrestres.

4. El jueves 31 de agosto de 1882, en medio de una soberbia parada militar y de una apotesica manifestacin popular, entr a nuestra ciudad, el Contra-Almirante Lizardo Montero, Vicepresidente, encargado de la Presidencia del Per, junto con un numerossimo squito de ministros, edecanes, secretarios, jefes militares, oficiales y hasta tropa; muchos de los ms altos jefes incluso, hasta con sus familias.

5. El jueves 31 de agosto de 1882, el mismo da que Montero y sus subordinados entraban a la ciudad de Arequipa, en Cajamarca el General Miguel Iglesias ,nombrado meses antes por Montero como Jefe Militar del Norte- se rebel contra el gobierno de Montero, lanzando una proclama en. el pueblo de Montn (que se conoce con el nombre de «el grito de Montn»). En esencia «el grito de Montn» proclamaba que entre la «ocupacin chilena indefinida y el reconocimiento de la derrota», era preferible el reconocimiento de la derrota (para los usos del lenguaje poltico de la poca, esto que ra decir: aceptamos la amputacin territorial que impone el enemigo).

6. En la medida en que fue conocida la proclama de Iglesias, fue rechazada por diversos pueblos del Per, entre ellos Arequipa. Aqu hubo manifestaciones condenatorias, circularon «hojas sueltas» incendiarias, los peridicos locales condenaban a Iglesias en todos los tonos. Todos por supuesto que con la alegra y el aliento del gobierno de Montero- atacaban a Iglesias. Este proceso subi de tono al finalizar el ao de 1882 cuando llegaron las nuevas, de que una Asamblea convocada por Iglesias lo haba elegido Presidente Regenerador del Per. En conclusin, para el pueblo de Arequipa, Iglesias era un traidor a la patria y un agente chileno.

7. De la noche a la maana Arequipa se convirti en la «Capital del Per»: con Presidente y escolta en «palacio», con ministros y secretarios en sus despachos, con el alto mando militar en sus cuarteles. Un viejo y reiterado sueo se transformaba en realidad, aunque con visos de sainete y de tragedia: el gobierno no ejerca su poder en todo el territorio nacional que en sus zonas neurlgicas estaba ocupado militarmente por el enemigo; no era re conocido por el invasor y ni siquiera poda entrar en tratativas de paz; algunos pueblos del norte que obedecan a
Iglesias, tampoco le reconocan y, como si todo ello fuera poco, este «gobierno» del pas vencido y ocupado, ni si quiera poda contar con recursos econmicos presupuestados para solventar los ms apremiantes gastos de administracin, ni mucho menos, los gastos de guerra.

8. El gobierno de Montero, en los 14 meses que residi en Arequipa, sobrevivi con las erogaciones, suministros y cupos en dinero, alimentos y forrajes que le proporcionaron el pueblo de Arequipa, los pueblos de otras provincias del departamento de Arequipa y los pueblos de otros departamentos del sur del Per, que no estaban ocupados por el enemigo. Solo para que se tenga una idea, mencionar que los distritos agrcolas de Arequipa, empobrecidos como todos los del pas en esos momentos difciles, fueron gravados por el gobierno de Montero con las siguientes cantidades de fanegas «de trigo o de maz», que entregaron mensualmente: Socabaya 20; Paucarpata, 25; Characato 10; Chiguata 5; Sabanda 12; Quequea 10; Cayma 20; Tiabaya 30; Vitor 30; Miraflores 20; Uchumayo 8; Yanahuara 10; Palomar 20; Sachaca 20 (La Bolsa 31 de Enero de 1883, Pgina 1).

El contra-almirante Lizardo Montero desarroll su gobierno, atendiendo desde las ms insignificantes tareas de administracin municipal, hasta, se supona, esbozando en secreto los planes blicos de ataque y resistencia contra el ejrcito enemigo. Todos los varones de Arequipa, mayores de 20 y menores de 60 aos, por su voluntad o por la fuerza, fueron reclutados y convertidos en efectivos de la Guardia Nacional y, con la sola excepcin de las autoridades, los telegrafistas y los farmaceticos en razn a sus oficios participaron en centenares de paradas, desfiles, «ejercicios doctrinales» que se verificaban en las plazas y calles de la ciudad o en las pampas de Bustamante y de Polanco. Las mujeres y los ancianos recogan los cupos y erogaciones, se organizaban ambulancias para -llegado el caso-, atender a los heridos, confeccionaban uniformes, bordaban estandartes y emblemas, oraban y realizaban toda suerte de actos religiosos encomendando a su Dios el destino mismo de la patria, alentaban con su presencia y aplauso a los guardias nacionales en sus ejercicios doctrinales, etc. El contra-almirante Montero, aparte de presidir personalmente innumerables actos pblicos como: procesiones, instalaciones de la corte judicial, apertura del ao universitario, clausuras de colegios, misas de fiesta, retretas; desfiles, revisiones de tropas y de ms, en los 14 meses que localiz su gobierno en Arequipa, hizo un viaje a la Paz, cuyos objetivos se mantuvieron en secreto pero del que se presume fue para reanimar la alianza defensiva con Bolivia. Igualmente dispuso que los titulares de la Corte Suprema de Justicia que residan en Lima, se trasladaran a Arequipa, as como invit a los ministros (embajadores) de otros pases para que vinieran a residir en Are quipa (ni aquellos obedecieron, ni stos aceptaron la invitacin, con la sola excepcin del representante boliviano que present cartas credenciales al pie del Misti). Como el gobierno paralelo de Iglesias, erosionaba su poder, el gobierno de Montero convoc a un «Congreso Nacional» que se instal con toda pompa y solemnidad el 22 de abril de 1883. El Congreso, reunido en los claustros del Colegio Independencia y de la Universidad, tuvo muchas sesiones secretas y algunas pblicas, hasta el viernes 20 de julio de 1883, en que clausur sus actividades, haciendo pblicos los siguientes acuerdos: Ratific la eleccin de Francisco Garca Caldern como Presidente del Per, a pesar de su cautiverio; ratific la conduccin del gobierno por parte del contra almirante Lizardo Montero, con el cargo de Primer Vice presidente del Per; cre el cargo de Segundo Vicepresidente del Per y eligi para desempearlo al General Andrs Avelino Cceres; interpel a los ministros de Monte ro, quienes renunciaron antes de recibir el voto de censura; aprob una ley que autorizaba al ejecutivo para que to mase las «providencias» para lograr que Chile cediera en sus desorbitadas condiciones.

9. Mientras esto suceda en Arequipa, donde la disyuntiva de los 2 gobiernos (Montero – Iglesias), era solucionada con un apoyo total y efectivo al «Gobierno Legtimo» de Garca Caldern-Montero-Caceres y una condena furibunda al del «traidor Iglesias»; el desconcierto inicial que gener el surgimiento de Iglesias en el ejrcito de ocupacin, paulatina mente fue cediendo; el gobierno de Iglesias era lo que necesitaba Chile para consagrar sus conquistas territoriales y acabar con la prolongada ocupacin militar de nuestra patria. Pronto el ejrcito chileno reconoci al gobierno de Iglesias, lo legitim, le brind proteccin y ayuda y entr en tratativas de paz con l. En setiembre de 1883 ya haba un acuerdo bsico entre Iglesias y Chile, quienes acreditaron a sus representantes para discutir los trminos de un Tratado. Es en estas condiciones cuando el gobierno de Iglesias enva una misin diplomtica a Arequipa, integrada por sus representantes Aurelio Denegri, y Miguel Antonio de la Lama, quienes llegan el 13 de setiembre y se entrevistan con Montero, presumiblemente para informarle que la paz ya estaba pactada y para pedirle que disuelva su gobierno y reconociese el de Iglesias. Como el pueblo de Arequipa no era partidario de la paz con cesin territorial, y viva encoraginado con las reiteradas declaraciones de Montero y sus hombres de estarse preparando -en secreto- para enfrentar con xito a los chilenos: hostiliz a la misin Denegri-Lama, y hasta se suscribieron actas de condena a sus propsitos.
10. Conocida la derrota de Cceres en Huamachuco, rechazada la misin Denegr-Lama, comenzaron a llegar los alarmantes rumores de que el ejrcito chileno preparaba una expedicin guerrera sobre Arequipa. En esas condiciones, circul una «hoja suelta» annima, el 27 de setiembre de 1883, con el siguiente contenido:»Arequipeos Salvad a la Patria»

Los implacables enemigos del Per, que por doquiera han empapado el suelo nacional con la sangre de muchos hermanos, an no han saciado su sed de odio, y vienen a la tierra sagrada de los libres, a continuar su nefanda obra de conquista. Quieren hollar con su planta, el baluarte de las libertades del Per, y repetir en las faldas del Misti, las escenas de deshonra carnicera y horror, que han representado en nuestra patria durante cuatro aos. Nuestros enemigos no vienen solos, los mueven, guan y acompaan esos desnaturalizados, que han tomado el nombre de Iglesias como el lema de su traidora bandera que no es otra cosa que el sudario de la honra y de la autonoma de la Repblica. No es Atila quien se encuentra a las puertas de Roma, capitaneando a los brbaros del norte, son las huestes chilenas, ms crueles e inhumanas, son los brbaros que escarnecen la moderna civilizacin, los que avanzan en actitud hostil sobre este pueblo de valientes. Os dejareis conquistar?

Imposible!. Esperad con el arma al brazo, sin temor ni jactancia, y probad a vuestros conquistadores que nacisteis libres y que estis acostumbrados a morir por la libertad, que nunca contasteis el nmero de vuestros enemigos, porque ja ms medisteis su resistencia, sino vuestra pujanza, y que hoy que se trata de defender la existencia de la Repblica, los fueros del hogar y la santidad del honor, luchareis como siempre, con fe en vuestra causa y con el denuedo de los pasados tiempos. Os amenazan las fuerzas chilenas, las mismas son que capitularan en Paucarpata, por que no pudieron resistir vuestro empuje y el de vuestros hermanos de Bolivia y hoy el cielo lo quiere!, que peruanos y bolivianos, unidos siempre, renoveis las glorias que entonces alcanzasteis. Sed pues, el mismo pueblo del 54, 58, 65 y 67; y si en esas pocas memorables vuestro valor admir el mundo, hoy que luchais por librar a la patria de la dominacin extranjera, sereis dignos de la inmortalidad.

Pero teneis otro deber que cumplir: vengar a vuestros hermanos. Los esforzados del Alto de la Alianza, los mrtires de Arica, los pundonorosos ciudadanos de los reductos de Miraflores, los hroes de Huamachuco y tantos otros, asesinados en las ambulancias y fusilados despus de heridos o prisioneros, esperan que castigueis a sus crueles victimarios. No defraudesis esa esperanza}. El Excelentsimo Arzobispo Goyeneche pronunci, poco antes del 2 de Mayo, al ver el enemigo extranjero estas inspiradas palabras «Ay de aquel que en la hora de la prueba, no ofrezca a la Patria su corazn y su vida» y el inmortal Bolognesi dijo desde el Morro de Arica al jefe chileno que le intim rendicin, «Quemaremos hasta el ltimo cartucho». Arequipeos que las palabras del sacerdote y del militar que tuvieron esta ciudad por cuna, os inspire en la hora de peligro. si ofreced a la Patria vuestra vida, quemad el ltimo cartucho, defended la bandera bicolor que flamea sobre el crter del Misti y el Per, la Amrica y el mundo os saludarn con respetuosa admiracin. Deliberad tranquilos sobre la suerte de la Repblica. El Gobierno y el Ejrcito, estad persuadidos, cumplirn su deber. El enemigo viene a buscaros, porque os cree dormidos: Despertad! pues y que la Providencia proteja vuestros esfuerzos. Sed el ltimo atrincheramiento del Per o la gloriosa Numancia del Pacfico. Arequipa Setiembre 27 de 1883″ (L.B. 28 Set. P.l).

En los primeros das de octubre de 1883, ya eran confirma das las noticias del avance de fuerzas chilenas sobre Arequipa: una divisin enemiga acantonada en Tacna, marchaba sobre Moquegua. La excitacin patritica en Arequipa era inmensa, como incomprensibles eran las ltimas medidas del gobierno de Montero: envo del batalln Junn al Cusco, de 200 celadores a July orden de repliegue a la divisin Somocursio que dej libre el paso por Moquegua del avance enemigo. El 16 de octubre, parte de las fuerzas monteristas estaban instaladas en Chacahuayo organizando la defensa, cuando lleg hasta all Montero y el Coronel Belisario Suarez (alcalde de Arequipa, nombrado el da anterior por Montero como Jefe de Estado Mayor General de los Ejrcitos).

Los recin llegados junto a los jefes all posesionados, evaluaron la situacin, y en la madrugada del 17, partieron Montero y Surez hacia Arequipa. Ese mismo da el general Canevaro , jefe pospuesto por el nombramiento de Belisario Surez- recibi en Arequipa una orden de Montero: sus pender todo envo de tropas y el acuartelamiento de las fuerzas cvicas «mientras llego a Arequipa y conferenciamos» (Muiz 1909 T. II. Pg. 431). En la madrugada del 18 lleg al campamento de Chacahuayo la orden de Montero, en cumplimiento de la cual, y luego de penosas marchas, el batalln Constitucin se posesion en la cuesta de Huasacache y el Ayacucho en el alto de Jamata. Los jefes de los batallones movilizados, vieron in situ, la imposibilidad de la defensa con el medio millar de hombres y las dos antiguas piezas de artillera de que disponan y mandaron a pedir refuerzos al coronel Godnez que estaba en Chacahuayo. El 22 de octubre llegan a Jamata y Huasacache: Canevaro y Godnez con numerosos ayudantes y verifican lo inminente del ataque y el insuficiente nmero de defensores. Canevaro dispone la trada del batalln No. 10 de la Guardia Nacional que estaba en Chacahuayo. En presencia de tan altos jefes, todos se quedan anonadados al distinguir la polvareda que anuncia la proximidad del enemigo. A los pocos minutos una bala de can chileno cae muy cerca del lugar en que se encontraban los jefes visitadores. El coronel Francisco Llosa jefe de los defensores comienza a disponer a su tropa para repeler el ataque, instantes en los que Canevaro y Godnez se marcharon con sus ayudantes sin dejar instruccin alguna. Felizmente, el enemigo contra el que cruzaron fuego, era slo una partida de adelanto que tena por fin reconocer posiciones peruanas y verificar el alcance de sus tiros, logrado lo cual, regresaron a informar de su misin (parte oficial de la Expedicin a Arequipa, por el jefe de la misma, Jos Velsquez. L.B. 28 En. 1884). La noche del 22 al 23 de octubre, es una noche negra para los 290 hombres del Constitucin, sin refuerzos, sin saber qu hacer, sienten la proximidad de los enemigos que estiman en 4,000. Con las primeras claridades del 23, el coronel Llosa ordena la retirada al campamento del Grau, donde lleg Godnez a las 8 de la maana y orden la retirada general «para despus atacar». Estas ltimas acciones fueron hechas prcticamente a vistas del enemigo que tena listos para el ataque a sus batallones:Santiago, Angeles, el Cuarto de Lnea a los escuadrones: Cazadores a Caballo, Las Heras y el General Cruz.

11. El 24 de Octubre se conoci en la ciudad la retirada de las fuerzas militares de Jamata y Huasacache y el avance chileno sobre Arequipa. Los ciudadanos enrolados a la Guardia Nacional retomaron su acuartelamiento (detenido una semana antes). La conmocionada poblacin se preparab para el combate que se senta inminente. Ese mismo da, Montero reuni una Junta de Guerra con los jefes intermedios de la Guardia Nacional, les precis que el retiro’ estratgico del ejrcito de Huasacache y Jamata no tena la menor importancia y que la resistencia era posible, igualmente les consult si estaban dispuestos a resistir. El acuerdo fue unnime: haba que dar batalla. El gobierno nombr una comisin de notables, presidida por Armando de la Fuente, para que estudie – a esa altura! la fortificacin de la ciudad. Las horas que corrieron entre la tarde del 24 y la maana del 25 de octubre, fueron de preparativos blicos. Los arequipeos nacidos entre el olor a la plvora y al incienso, estaban decididos a luchar ya sea por decisin patritica, o por el instintivo y ltimo recurso de matar para vivir o defenderse.

12. Al medioda del 25 de octubre, sonaron a rebato las campanas de la Catedral y la Compaa, el Ministerio de Gobierno convocaba «al pueblo» (en realidad slo pudieron asistir las mujeres, los ancianos o los nios, pues los ciudadanos en capacidad de combatir estaban acuartelados). Montero habl a la concurrencia, destacando la gravedad de la situacin les consult. Queris la paz o la guerra? (Qu democrtico militar!) que despus de haber vivido 14 meses de los suministros de los arequipeos «para hacer la guerra y firmar la paz decorosa»: que, despus de haber teatralizado en sus calles y plazas «las revistas», «ejercicios doctrinales» y «levas» de los arequipeos, preparndolos para el combate: que, despus de haber llamado traidor a Iglesias por no pelear con el enemigo: pregunta a los ancianos y a las mujeres de Arequipa: Queris la paz o la guerra? Qu desilusin para l y, le respondieron: La Guerra! Retirado a «Palacio», a los pocos instantes recibi a una Comisin Municipal que le llev el siguiente oficio: «Excelentsimo Seor: La Municipalidad de Arequipa, interpretando el sentimiento del vecindario, se cree en el deber de suplicar a V .E., que cualquiera sea la lnea de conducta que adopte en lo poltico y militar, por la aproximacin del ejrcito chileno, procure evitar, en lo absoluto, todo combate, choque o resistencia dentro de esta ciudad, que pongan en peligro a sus habitantes. Arequipa, 24 de octubre de 1883. Diego Butrn» (Muz Op. Cit. Pg. 442).

Montero les respondi que «peleara en el campo y en la ciudad, en las calles y en las plazas y HASTA EN EL TEMPLO» (Ibdem). Retirada la delegacin municipal, Montero orden desarmar a la Guardia Nacional (en instante tan difcil ya no tema a los chilenos sino a la reaccin de los arequipeos, dispuestos a dar batalla), ordenando adems, que su batalln predilecto «el 2 de Mayo» se dirija a la estacin del Ferrocarril. Las rdenes de desarme fueron motivo de rebelin en los cuarteles de la Guardia Nacional. Los ciudadanos del Batalln No. 7 devolvieron sus armas contra los que quisieron cumplir con las rdenes de Montero y entre tiroteos y gritos de traicin ! Se echaron a las calles. Lo mismo sucedi con los otros batallones de los cvicos y en general con la poblacin.

La multitud, embravecida e indignada, presumi que Montero, sus ministros y oficiales huan hacia la estacin ferrocarrilera y all se dirigi para escarmentar los. La muchedumbre armada, destruy parte de las instalaciones ferrocarrileras, desenriel parte de la va frrea y hasta desvalij las petacas y bales que haban enviado algunos aristcratas y comerciantes extranjeros que quisieron ponerse a buen recaudo. Montero y sus hombres leales, conocedores del peligro que corran huyeron por el otro extremo de la ciudad con el objeto de encaminarse a Puno, pero al llegar a Miraflores fueron recibidos a fuego graneado en el que cay muerto el oficial Velasco uno de los ayudantes de S.E. Ante el recibimiento, los jinetes en fuga se replegaron y a galope tendido lograron llegar a «palacio», antes que la muchedumbre regresara a la ciudad. En el local prefectural que haca las veces de «Palacio de Gobierno» se encerraron los huidizos, quedando defendidos’ por los efectivos del Batalln de Ejrcito 2 de Mayo. Cuando las sombras comenzaban a envolver a esos muros testigos de innmeras violencias republicanas y la gente regresaba de la estacin en desorden, un grupo annimo de pueblo al encontrar en unos matorrales a Diego Butrn (me se encaminaba a esconderse en su chacra de Challapampa, mat a Butrn (el Alcalde de Arequipa que puso Montero). De vuelta a la ciudad, distintas partidas de ciudadanos asaltaban los cuarteles, llevndose armas y municiones para defenderse «de lo que venga» en sus parapetados domicilios. Comen zapa ya la noche del mismo da 25 de octubre, cuando hacan su ingreso a la ciudad las tropas del ejrcito que se retiraron de Huasacache y Jamata: vinieron los soldados cansados, hambrientos y desalentados y al ver el desorden que primaba en la ciudad, se desbandaron.

13. La noche del 25 de octubre la ciudad de Arequipa era «la tierra de nadie»: los vecinos parapetados en sus domicilios, con las armas en las manos y la angustia por el incierto fu turo en los pechos, tragaban a sorbos la clera que les despertaba la actuacin de Montero y sus ministros, el ejrcito y dems leales a un gobierno que no estuvo a la altura de esos dificilsimos trances. En las primeras horas del 26 de octubre, protegidos por la oscuridad de la noche, fug Montero y los suyos hacia Chiguata y de all a Puno.

14. Con el ejrcito enemigo a puertas, triunfante y perfectamente pertrechado, con el contra-almirante Montero y sus altos jefes polticos y militares en fuga, con el encargado de la alcalda muerto, con las tropas del ejrcito desbandndose, con los cuarteles asaltados qu pudo hacer el pueblo de Arequipa para impedir el ingreso del ejrcito de ocupacin? Se reuni espontneamente en la Plaza de Armas, se declar en cabildo abierto permanente y ante la ausencia de alguna autoridad poltica, nombr como Prefecto a Jos Domingo Montesinos. Igualmente ante la ausencia de’ alguna autoridad militar constituda, acord organizar la Guardia Urbana comisionando la tarea a Marcos Fidel Briceo y a Carlos Montes; para salvar el armamento an disponible, acord otorgar un socorro al coronel Godnez y a otros jefes y oficiales para que trasladasen el armamento existente en los cuarteles del ejrcito a la ciudad de Puno. El da 27 don Enrique Wenceslao Gibson, del cuerpo consular, envi una carta al Jefe de la expedicin chilena, pidindole una cita para parlamentar sobre las condiciones pacficas de la entrada de su expedicin a Arequipa. El 29 de octubre, muy temprano, Gibson recibi la respuesta del coronel chileno Jos Velasquez que le conceda la cita pedida para ese medioda en Paucarpata. Parti Gibson, junto con otros cnsules y concejales a la reunin y, como adelantados, entraron 200 jinetes chilenos y a las rdenes del comandante Rafael Vargas y el teniente Exequiel Fuentes (Velsquez. Op, Cit.) Se posesionaron de la plazuela de Santa Martha. La Conferencia de Paucarpata termin con la firma de un acta, que en su parte medular deca: » … que a causa de la retirada del Ejrcito, y del abandono del Gobierno, el pueblo de Arequipa se vio en la necesidad de reorganizar sus autoridades provisionalmente, adhirindose a la causa de la paz por creer imposible toda resistencia», por lo que representantes ‘de Arequipa ponen «la ciudad de Arequipa a disposicin del seor Comandante en Jefe del Ejrcito Chileno, esperando que en sus procedimientos se cia a los principios del Derecho de Jentes» (Sic.). Ese medioda, en telegrama de Mollendo, lleg la noticia de que el gobierno de Iglesias y Chile haba firmado 9 das antes el Tratado de Ancn. El 29 de octubre de 1883, a eso de las 9 de la noche, entr el ejrcito chileno a la ciudad de Arequipa y acamp en la Plaza de Armas.

Al da siguiente los muncipes reunidos desde las 7 de la maana, sumaron las responsabilidades prefecturales al Alcalde de la ciudad: Armando de la Fuente y se entregaron a gestionar casas, alimentos y forrajes para los indeseados «visitantes» y sus cabalgaduras. Mientras el poder extrao, dispona una serie de ordenanzas y entregaba a sus oficiales a cumplir sus rdenes de:

1 Clausurar todas las tipografas de la ciudad, colocando vigilantes chilenos en sus puertas.

2 Destinar el control administrativo y econmico de la Aduana de Mollendo en beneficio de la «expedicin»

3 Controlar y poner a su disposicin el transporte ferroviario.

4 Abrir una dependencia en las oficinas de correo para uso exclusivo de la correspondencia del ejrcito de ocupacin quien deba tener preferencia en el servicio . Adems de que en la misma fecha (30 de octubre de 1883), Jos Velsquez el jefe chileno, decret e hizo conocer por bando y sueltos: que estaba prohibido salir de la ciudad sin permiso escrito otorgado por su estado mayor y que todo el que entrase en ella, deba presentarse en las 4 horas siguientes; que todos los jefes y oficiales del Ejrcito del Sur, as como los de la Guardia Nacional que se encontrasen en Arequipa, tenan que presentarse en las prximas 48 horas; que en el trmino de 3 das estaban en la obligacin, todo el que poseyese armas, alimentos o cualquier objeto de guerra del ejrcito o la Guardia Nacional de devolverlos al ejrcito de ocupacin.

El pueblo se resisti a acatar la orden de devolucin de armamento y tuvo que interceder el Alcalde-Prefecto para pedir que esa tarea poda ser cumplida por la municipalidad, la que devolvera las armas al Gobierno Nacional, toda vez que ya estaba firmada la paz. El mando chileno accedi, sin embargo, pocas armas pudo recoger la municipalidad, a pesar de haber ofrecido recompensa pecuniaria a quien las entregase.

Fueron largos y pesados los das de la ocupacin. Aunque la hostilidad hacia los enemigos era real, no poda estar sino encubierta. Algunas veces brot con la pureza y la debilidad de un manantial cristalino como en los sucesos de Quequea, o como en los de La Higuera de Cayma, y en algunos otros que se han ido perdiendo en la tradicin oral. Fueron pequeos lances, pero no por ello menos hericos, de un pueblo que tuvo que soportar la humillacin del sable y del can enemigo en aquellos das de 1883 y 1884.

Cuando el rgimen de Iglesias preparaba las elecciones municipales en todo el pas, el Alcalde-Prefecto de Arequipa arregl con el mando chileno, para que el ejrcito de ocupacin se retirase de la ciudad, contribuyendo de esta forma al «xito electoral», Los expedicionarios .eligieron la zona entre Tiabaya, Sachaca y Tingo para acampar, por su acceso inmediato a la va frrea. El 2lde diciembre a las 3 de la tarde, por la calle de La Merced, se retiraron los soldados extranjeros, en direccin a la zona elegida. Esa misma tarde e inmediatamente despus de la salida de los chilenos, entr a Arequipa, investido de facultades extraordinarias, el Ministro de Guerra del Gobierno de Iglesias, General Javier de Osma (lo acompaaba el prefecto recin nombrado y enviado por Iglesias: Juan Martn Echenique). Posteriormente, el 4 de febrero de 1884, fue entregada la Aduana de Mollendo a los representantes del gobierno de Iglesias, y el da sbado 16 de agosto de 1884 fue desocupa do definitivamente el departamento de Arequipa por las fuerzas chilenas que marcharon a su pas, despus de haber sometido al pueblo de Arequipa a 300 das de impotencia e indignacin. 24 horas despus de la partida de los ltimos regimientos chilenos, estalla una rebelin arequipea que derrota a las fuerzas iglesistas aqu acantonadas, desconoce el Tratado de Ancn y al gobierno de Iglesias que lo firm, y proclama como «Presidente Legtimo del Per», al general Andrs Avelino Cceres, el valiente hroe de La Brea.

El general Cceres vivi e hizo gobierno en Arequipa, desde el 10 de octubre de 1884 hasta el 26 de marzo de 1885, en que parti en campaa para tomar Lima que estaba en poder de Iglesias. Las fuerzas de Caceres, despus de sangrientos combates del 29 y 30 de noviembre de 1885, derrot al ejercito iglesista y apertur el camino para hacerse del poder unificado del Per, que asumi el 3 de junio de 1886.

ACUSACIONES CONTRA LA ACTUACION HISTORICA DEL PUEBLO AREQUIPEO EN LA GUERRA CON CHILE

En los 100 aos que han transcurrido desde los sucesos ya referidos, se ha tejido una «leyenda negra» sobre la participacin de Arequipa en la guerra con Chile. Ya en 1883, a las pocas semanas de haber huido de nuestra ciudad que estaba con los chilenos al frente, el contra-almirante Lzardo Montero, en un manifiesto redactado en Buenos Aires, no encontr algo ms cmodo para exculparse de su responsabilidad militar y poltica, que acusar a los vecinos de Arequipa, de no querer combatir al enemigo. Meses despus, cuando el general Andrs Avelino Cceres, con el apoyo del pueblo de Arequipa, desconoca el gobierno de Iglesias que pact con los chilenos y se preparaba para derrocarlo, los iglesistas «acusaban» de cobarda al pueblo de- Arequipa. En las ltimas semanas, esta «leyenda negra» ha adquirido notoriedad nacional, cuando la revista limea OIGA (en el nmero 140 de su V Etapa, Lima 12 de setiembre de 1983) publica un artculo sin firma, que acusa a Arequipa desde el mismo ttulo: «Arequipa se rindi sin luchar con los chilenos». Ahora, que les acabo de referir en apretada sntesis los hechos ms significativos de la participacin arequipea en la guerra con Chile, hagamos un anlisis de los «cargos» con que se ha acusado y acusa de cobarda al pueblo arequipeo en su actuacin en la contienda blica.

PRIMER «CARGO»: Como ninguna de las batallas de la guerra con Chile se libr en Arequipa, entonces se sostiene: Arequipa no luch contra los chilenos. Deduccin incorrecta, porque la iniciativa de las acciones blicas no fueron tomadas por el Per, sino por Chile, quien determin con sus acciones de conquista dnde se peleaba; y donde se pele estuvieron presentes cientos de combatientes arequipeos que, incluso, algunas decenas de ellos ofrendaron su vida en combate por la causa nacional: Pisagua-San Francisco-Tarapac-Arica-Tacna-La Defensa de Lima-Huamachuco, conocieron de la participacin en combate de los arequipeos. Pero, adems, toda guerra no slo se libra en el campo de batalla ni son slo sus actores los que visten el jergn militar y accionan las armas; sino que los ejrcitos se sustentan en el apoyo civil que reciben. En la conflagracin centenaria los ciudadanos arequipeos tuvieron una sacrificada contribucin a la causa patria: cuando dejaban sus ocupaciones y se enrolaban en la Guardia Nacional marchando al frente; cuando, privndose de recursos personales y familiares, provean por medio de suministros, cupos, colectas y erogaciones: dinero, frazadas, alimentos, forraje -al centro de una pavorosa crisis econmica- al ejrcito peruano en la campaa del sur y en el gobierno de Montero, principalmente; cuando las mujeres se organizaban en grupos y confeccionaban uniformes, bordaban emblemas, preparaban hilos y vendas; cuando los «tiznados» del ferrocarril, los profesores del Independencia y los tipgrafos de La Bolsa, hacan que se les descuente por planilla, partes sustanciales de sus salarios, que entregaban para socorrer a la patria.

SEGUNDO «CARGO»: Arequipa no auxili a las fuerzas del general Andrs Avelino Cceres en la Campaa de Brea. Aqu, es necesario hacer una precisin, para desvirtuar este «cargo». Si no se entiende que el Gobierno de Montero era una cosa, y el pueblo de Arequipa era otra cosa, en los sucesos que analizamos; se llegar a torpes confusiones. El «Gobierno de Montero», era conocido tambin en el lenguaje poltico y militar de la poca como el «Gobierno de Arequipa» Y qu tena de «arequipeo» el gobierno de Montero? Su localizacin fsica, pues ya hemos visto, que el gobierno de Montero surge, cuando los chilenos despus de tomar Lima- quisieron fabricar un «gobierno» que consagrase sus ambiciones territoriales y, en tal sentido, permitieron que se reuniese en el pueblo de Magdalena (Lima) una Junta de Notables que eligi el 22 de febrero de 1881, a Garca Caldern como Presidente del Per. Ya vimos tambin, que Garca Caldern no obedeci los planes chilenos, por lo que fue apresado por los enemigos y enviado en calidad de cautivo a Chile, por prolongado tiempo. Es as como Lizardo Montero, elegido Vicepresidente, das antes del apresamiento de Garca Caldern, se convierte en gobernante. Tambin ya les detall por qu decidi Montero establecer su gobierno en Arequipa. Igualmente, habr quedado en evidencia, que Montero gobern en nuestra ciudad compartiendo una posicin poltica bsica con el pueblo de Arequipa: no permitir la amputacin territorial y si para ello, era necesario continuar la guerra, haba que continuarla. Montero y las ms altas autoridades de su rgimen, eran mayoritariamente piuranos, limeos, es decir no arequipeos (aqu es necesario precisar que hubo algunos ministros arequipeos como Mariano Nicols Valcarcel, o Ladislao La Jara que, sin embargo, tuvieron una actuacin supeditada al , alto mando militar, dado a que el gobierno «estaba en guerra»).

Bien, las relaciones entre el gobierno de Montero y el pueblo arequipeo en los 14 meses que convivieron en nuestra ciudad, tuvieron la siguiente lgica: el gobierno mandaba (dictaba leyes, resoluciones, impona cupos y suministros, remova funcionarios y hasta alcaldes y concejales, dispona las «levas» de los ciudadanos, organizaba la Guardia Nacional, mandaba al ejrcito, realizaba elecciones y hasta suplantaba al municipio en la atencin de tareas locales). Por su parte, el pueblo arequipeo 1 obedeca (era levado, pagaba los cupos y suministros para mantener al gobierno de Montero, en fin acataba las disposiciones que se dictaban). En estas condiciones, de quin es la responsabilidad de no haber auxiliado a las fuerzas del General Cceres en La Brea? Del gobierno de Montero y no del pueblo de Arequipa. Yeso lo comprendi hasta el mismo Cceres, pues cuando l necesitaba y solicitaba ayuda, poltica y militarmente era un subordinado de Montero.

TERCER «CARGO»: Los arequipeos defeccionaron en Huasacache y J amata y quebraron la 1nea de resistencia sin pelear, en presencia del ejrcito chileno. La lnea de resistencia de Ja mata y Huasacache fue dispuesta por Montero y los altos mandos militares (General Csar Canevaro, General en Jefe del Ejrcito y de la Guardia Nacional; Coronel Belisario Surez , quien era Alcalde de Arequipa hasta el 15 de octubre, en que fue nombrado por Montero, Jefe de Estado Mayor General de los Ejrcitos -ntese que el nombramiento de Surez justo cuando el ejrcito se dispona a librar batalla, era una postergacin de Canevaro y sembr la confusin en el mando militar->; Coronel Jos Godnez, Jefe del campamento de Chacahuayo; Coronel Francisco Llosa, Jefe del Batalln Constitucin, posesionado en la cuesta de Huasacache). El Coronel Francisco Llosa, consider que con los 290 hombres que tena a su cargo -que podan elevarse a’ medio millar con los efectivos del Ayacucho, no podran defenderse Huasacache y Jamata, salvo que se le enve refuerzos del campamento de Chacahuayo. y as se 10 pidi al Coronel Godnez en un desesperado oficio escrito con lpiz en de cuero de un tambor: «Alto de Huasacache , octubre 21 de 1883. Seor Coronel Godinez ; por nota recibida en la fecha, del Comandante Militar del Valle de Quequezana, s que el enemigo ha recibido nuevos refuerzos ,lo que se confirma con los repiques y diana que han tocado anoche a las doce en Omate. Ruego nuevamente a usted, se sirva mandarme el batalln 10, para defender el cerro, con 10 que estoy seguro de dar un da de gloria a mi patria. Francisco Llosa (firmado) (Muiz , Historia del patriotismo Segunda Parte. Captulo XX. Arequipa, 1909).

Como ya les refer, los refuerzos no llegaron a Huasacache, pero los chilenos s, y el jefe del Constitucin, orden el repliegue de sus hombres al campamento, donde el Coronel Godnez orden la retirada total «para despus atacar». Queda pues establecido que la defeccin de Huasacache y Jamata, fue una defeccin enteramente militar, decidida y ejecutada por Montero y sus altos jefes militares (Canevaro – Surez – Godnez – Llosa, quienes dicho sea de paso, se acusaron mutuamente despus de los sucesos, en documentos exculpatorios). Quin y bajo qu fundamento puede responsabilizar al pueblo de Arequipa de haber quebrado la lnea de resistencia de Huasacache y Jamata?

Nadie!.

CUARTO «CARGO»: Los ciudadanos arequipeos no quisieron pelear contra los chilenos y abandonaron los cuarteles de la Guardia Nacional. Godnez, en el documento que OIGA da a conocer sin referencias y fragmentariamente, dice: «Los Seores Generales Montero y Canevaro y el Coronel Surez aseguraron entonces que el pueblo de Arequipa en su mayor parte se resista a combatir, pues no se poda obtener ni 2,000 hombres de la Guardia Nacional para acuartelarse; exponiendo el citado general Canevaro que en la maana de ese da 25, al presentarse en los cuarteles de los cuerpos de la Institucin, no encontr ni200 ciudadanos en cada uno y que, adems era ostensible y notorio el resfriamiento de los nimos, que el da antes noms estaban decididos y vehementes para cooperar en la defensa» (Op. Cit. Pg. 38). Cmo pudo caer en la poblacin de Arequipa la noticia de que los batallones del ejrcito se haban retirado de Huasacache y Jamata sin combatir y que el ejrcito enemigo avanzaba sobre la ciudad? A pesar de ser persona interesada en exculparse, que nos responda el contra-almirante Lizardo Montero. Montero afirma, en la carta que dirige a Andrs Avelino Cceres entregndole el mando desde las aguas del Titicaca, pues est firmada en el vapor Yavar, el 28 de octubre de 1883: » … Por hoy basta saber que la retirada de las fuerzas peruanas que ocupaban Huasacache y Jamata, decidi al gobierno a trasladar el ejrcito y el material de guerra al interior del pas, para aprovecharlos con xito y la idea de esa traslacin disgust a la Guardia Nacional. O sea al pueblo de Arequipa, que se encontraba armado por m para luchar contra el enemigo extranjero. El de sagrado del pueblo tom la forma de completa rebelin y coloc al gobierno en esta dolorosa alternativa: o entablar la lucha entre el ejrcito y la Guardia Nacional, aniquilando los nicos elementos de resistencia, cuando el invasor acampaba a seis leguas de Arequipa , o ceder el campo a los que me combatan, despus de agotar las medidas de persuasin y de prudencia». A confesin de parte, relevo de prueba. Montero con una irresponsabilidad que jams le perdonar Arequipa, decidi irse con el ejrcito al «interior del pas» dejando a la poblacin de Are quipa militarmente desguarnecida y con el enemigo a «seis leguas». Que los ciudadanos de Arequipa no queran combatir? y entonces por qu se rebelaron? por qu en lugar de entregar las armas e irse a sus domicilios, los guardias nacionales arequipeos se amotinaron y salieron de sus cuarteles para linchar a Montero ya su camarilla? porque la indignacin colectiva tiene un lmite y ese lmite fue vencido por los arequipeos en la tarde del 25 de octubre de 1883. Ahora, pongmonos en los cuerpos y en las mentes de los arequipeos en esa tarde funesta: con el enemigo que en los aos precedentes se mostr sanguinario- en las proximidades, con el alto mando militar y poltico sumido en la retirada ms irresponsable, con los batallones del ejrcito desbandndose y ellos, nuestros antepasados, convertidos en una turba sin orden ni concierto posible. Los arequipeos se retiraron a sus domicilios, con las armas que pudieron conseguir en la revuelta y se parapetaron. Ya no era slo el patriotismo lo que los guiaba, era la necesidad instintiva de defenderse ante lo que viniera, tragando ms rabia que saliva en sus gargantas. Aqu es necesario hacer una aclaracin, seguramente no todos los vecinos de Arequipa quisieron dar combate, algunos comerciantes extranjeros avecindados en nuestra ciudad y algunos aristcratas teman perder sus propiedades y sus riquezas; pero el pueblo, ese pueblo de artesanos, chacareros, jornaleros, picanteras, estudiantes, slo tenan su vi da que perder y quisieron ofrendarla.

QUINTO «CARGO»: Los arequipeos entregaron su ciudad a los chilenos, mediante el Acta de Paucarpata, antes de conocer la firma del Tratado de Ancn. Efectivamente, el Tratado de Ancn se firm el 20 de octubre de 1883 y el documento de Pucarpata se firm al medioda del 29 de octubre, sin que los vecinos conociesen la firma del Tratado (la noticia lleg a Arequipa al medioda del 29). Pero si los arequipeos que firmaron el Acta de Paucarpata, no conocan de la firma del Tratado de Ancn, se puede afirmar que la expedicin chilena tambin la desconoca? no, precisamente la nica explicacin posible de la venida de la expedicin chilena a Arequipa en octubre de 1883, es porque Chile ya haba pactado la paz con Iglesias y como el Gobierno de Montero y el pueblo de Arequipa eran los opositores del gobierno de Iglesias, y esto haca peligrar para los chilenos la paz ya pactada, vino la expedicin chilena como una suerte de cruzada iglesista. Por 10 dems, si las noticias de la firma del Tratado de Ancn no fue conocida por los firmantes arequipeos del Acta de Paucarpata; el pacto de la paz entre Iglesias y Chile ya era vox popul desde fines de setiembre.

REFLEXION FINAL:

La leccin de la derrota no puede ser positiva, a pesar de los ejemplos de Grau, Bolognesi, Cceres y otros. La leccin de la derrota nos seala: que si encadenamos al Per con fcil recurso de la deuda externa; que si hacemos «repblica» sometiendo a amplias capas de la poblacin a condiciones inhumanas de existencia; que si entregamos la explotacin de nuestros recursos naturales a la voracidad incontrolada de empresas extranjeras; que si llegamos al poder del Estado o de sus instituciones para vivir de prebendas, ventajas y muchas veces, saqueando al tesoro pblico; que si construimos la riqueza privada aprovechando del «ro revuelto» de la injusticia social; que si recurrimos ms al fcil expediente de la importacin que al de la produccin industrial; que si toleramos el uso de los institutos armados como trampoln poltico; que si permitimos que los asaltantes de los recursos fiscales gocen de impunidad; etc, estaremos determinando la fragilidad de nuestra patria.

El que la historia no se repita, depender no slo de la adquisicin de armamento moderno y sofisticado, sino, fundamental mente, de que los peruanos construyamos un orden social en el que TODOS podamos vivir con dignidad y por el que todos llegado el caso tengamos la necesidad y estemos dispuestos a defenderlo con nuestras propias vidas.

As como no se debe explicar la derrota por la negligencia militar del general Juan Buenda, o por la torpe traicin de Hilarin Daza, o por la incorregible ambicin poltica de Pirola, o por los desatinos tcticos de Prado, o por la condenable huida de Montero; la responsabilidad histrica de Arequipa en la conflagracin no hay que buscarla solamente en la entrega heroica de muchos mistianos a la defensa armada de la causa peruana, no. La Guerra y la derrota fueron el corolario de cincuenta aos de desaciertos y dilapidacin en la conduccin del Estado Peruano y, tanto la aristocracia como el pueblo arequipeos, vivieron denunciando y luchando reiteradamente contra esos manejos que permitieron la transferencia de las riquezas guaneras del Per a la aristocracia limea y a los caudillos militares, conductores del Estado y VERDADEROS RESPONSABLES DE SU DERROTA. La guerra no se perdi en los enfrentamientos blicos, se perdi en los cincuenta aos precedentes en que los dolosos manejos de la economa y poltica peruanas pusieron en evidencia nuestra inmadurez republicana.

JUAN GUILLERMO CARPIO MUOZ

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Los ltimos das de octubre , Arequipa en 1883

Arequipa Ultimos Dias de La Guerra Del 79 by Romin Medina

 

Representacin social e imaginario colectivo en la ocupacin chilena de Arequipa en 1883

Imaginario Sobre Arequipa en 1979 by Monika Medina

Fuente:arequipatradicional.blogspot.pe/2015/05/arequipa-en-la-guerra-de-1879.html

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